En septiembre de 1931, Federico García Lorca no sólo inauguró una biblioteca en su natal Fuente Vaqueros, encendió una hoguera invisible. Su discurso fue, más que una narrativa para un acto institucional, un manifiesto. Declaró que el ser humano no solo necesita pan para vivir, sino también libros, “porque sin ellos está mudo, ciego, sordo”

Josi Ganzenmüller ha participado en Sant Jordi con una lectura del discurso inaugural que realizó Federico Garcí Lorca, Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros, durante la inauguración de la Biblioteca pública en su pueblo de nacimiento. Un discurso moderno, como su poesía y su concepción del mundo, poniendo el acento en la revolución del alma que genera la lectura. Lorca no entendía la cultura como un privilegio de las élites, sino como el otro pan, un alimento esencial para la evolución del conocimiento, el cauce invisible del pensamiento humano y el que guía nuestras transformaciones.
Para el poeta los libros no son objetos muertos, sino “seres” que despiertan algo esencial en quien los toca. Cuando un niño del campo abre un libro, el horizonte se agranda, algo dentro se verticaliza. Los libros nos enseñan a dialogar con nosotros mismos y con los otros, son mapas y revolución del alma. Nos ayudan a entender el mundo.
Lorca hablaba de la cultura que se comparte, hablaba de la tristeza de los pueblos que no leen, sabía que esa tristeza es la de una humanidad incompleta, “si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle, no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro”. Porque, como declaró, la cultura y los libros nos alimentan otra hambre, otra sed vinculada al ser humano desde el inicio de los tiempos, una sed antigua: la que nos hace sentir verdaderamente vivos.
